Por Félix Edmundo Díaz @feddefe*
La cadenciosa voz de Don Eusebio Leal volvió a regalarnos una magistral lección de Historia, en ese estilo al que nos tiene acostumbrado, ese que te obliga a detener cualquier acción y poner todos los sentidos en la trama.
A quien nunca le ha escuchado le es difícil imaginar que una persona pueda exponer, sin otro material de apoyo que su propia voz y sapiencia, sobre eventos y personalidades de manera tal que, ante los ojos del auditorio, pasa la historia viva de los héroes y heroínas indios, blancos, negros o mulatos, ya soldados, ya generales, de “carne y hueso” todos, con los defectos y virtudes que los acompañaron en el combate, el amor y la muerte.
Es difícil imaginar cuanto retumba en los oídos el silencio de la meditación, de los segundos de pausa para decir (pienso que no escoge) la palabra o la frase exacta, esa que penetra en el cuerpo cual estimulante prodigioso.
Su frase sobre lo que nos falta por escribir de la historia de nuestro país me devolvió a la segunda parte de la década de los ochenta, ese período en que recién empezábamos a rectificar errores y a nuestros hermanos soviéticos les dio por iniciar su perestroika (reestructuración) y su glasnost (transparencia).
En nuestro caso, tras la caída del campo socialista y la desintegración de la Unión Soviética, pasamos de la rectificación de errores al “período especial” y sobrevivimos a ambos desastres como resultado de la voluntad de nuestro pueblo de vencer y enfrentarse a las dificultades.
La URSS ¿emergió? de sus procesos totalmente desmembrada (desmerengada) y debilitada.
¿Qué fue lo que allí sucedió? Esa es una historia mal contada, pero lo que sí se hizo evidente es que, ‘socialismo real’ y ‘copismos’ aparte, ese pueblo y sus líderes no supieron preservar su Historia, esa que con aciertos y desaciertos, los llevó a convertirse en una potencia mundial, en faro de los que luchaban por un futuro mejor, y, al exponer a su Historia a la furia de los enemigos del Socialismo, al permitir que fuera, en palabras (pagadas) de sus ‘patriotas historiadores y especialistas’, acribillada por la ideología y demagogia imperiales, sencillamente cercenaron las raíces que otrora fueran el orgullo de cientos de millones de seres, en fin, se suicidaron y casi pierden el derecho de existir.
Hace unos meses, el Director de la Biblioteca Nacional de Cuba, durante una intervención en una institución docente de nivel medio, preguntó: ¿Qué es la historia y cuál es su importancia? Un joven de apenas 16 años alzó la mano y, puesto de pie, dijo: la historia son mis abuelos, mis padres, lo que ellos hicieron, de dónde vengo, dónde estoy y hacia dónde voy, la historia son mis raíces y sin ellas no existo, esa es su importancia. La historia no es un conjunto de hechos del pasado, la historia se hace todos los días.
La respuesta fue sencilla, pero aplastante: conocer y defender nuestra Historia es lo que nos da derecho a existir.
Hacer apuntes y precisiones para la Historia de Cuba, ya sobradamente hermosa, es legítimo, pero tratar de ‘desmontarla’, tratar de ‘humanizar’ a nuestros héroes minimizando sus hazañas, tratar de alterar los eventos y darles un significado que nunca tuvieron, es un crimen y debe ser combatido.
Nuestra Historia ha sido escrita con el sudor y la sangre de millones de cubanos y nada ni nadie puede cambiarla.
Seguimos haciendo Historia, seguimos en combate.
La historia la escriben los vencedores, los vencidos apártense.
*Editor del blog La Mala Palabra