Por Félix Edmundo Díaz*
Obama no pudo disimular la incomodidad del momento en que, parado frente a David, sentía sobre todo su cuerpo la mirada serena y firme de esos ojos caprichosamente achinados en los que el ‘creído’, buscando una señal de ‘bandera blanca’, un timeout o ‘piotai’ (como decíamos de chicos), solo atisbaba trincheras, fusiles y la inconmensurable decisión de morir o vencer.
Nunca el Señor del Imperio sintiose más desprotegido, porque la cercanía del Secret Service no era suficiente para creerse a salvo, además el hombre que tenía enfrente, ese impenitente que no le quitó la vista, que no le dio la oportunidad de, al estrecharle la diestra, acercar su mano zurda a su antebrazo como le aconsejaron sus asesores de ‘imagen’, para en un ‘practicado lenguaje gestual’ mostrar la superioridad que nunca experimentó, lo miraba con picardía como diciendo viste, estás delante de un Castro y todavía respiras, si te traigo al otro seguro que agotas las reservas de papel higiénico de Panamá…
David o sea Raúl disfrutó el momento de ver al redomado representante del Imperio a sus pies y sí, en su mirada había trincheras y fusiles, había decisión de vencer o morir y, también, picardía, esa que le brota al cubano natural cuando se sabe vencedor y que a duras penas disimula solo para no avasallar al contrario.
Terminado el primer round va delante el cubano, los tres jueces (léase millones) le dieron el asalto 10 – 8 sobre el gringo.
¡Qué paliza!
*@feddefe editor de La Mala Palabra feddefe1917.wordpress.com