Raúl está en la ONU.

Por Félix Edmundo Díaz @feddefe*

El momento es de gran simbolismo, es la primera ocasión que pisa los pasillos de la vetusta organización que, erigida en 1945 como garante de la paz mundial, en sus 70 años “ha visto y participado” en más guerras que las que le antecedieron.

Sus pasos hacia la tribuna llevan la firmeza del que se conoce al dedillo el camino, lo ha visto y caminado infinidad de veces en la mente del grande y en la propia, de ahí que sienta la seguridad que solo proporciona la certeza de saberse vencedor, como sucedió con aquella inusualmente dilatada intervención del hermano, recién triunfante la Revolución, y las también inusuales brevísimas palabras que este pronunciara, casi veinte años después, esas que fueron suficientes y bastantes para, en siete minutos, atrapar al auditorio y en una suerte de premonición mencionar en serie todos los problemas a los que se enfrentaría la humanidad de no cambiar el desigual sistema de distribución de las riquezas… hoy, pasadas tres décadas de aquellos sabios consejos, vivimos en el mundo que él describiera.
Con esos pensamientos y la responsabilidad de saberse, aunque no lo diga, un digno representante de este pueblo, Raúl hará uso de la palabra en la Reunión de Líderes Mundiales sobre Equidad de Género y Empoderamiento de la Mujer, un tema del que podría estar disertando durante horas sin siquiera mirar una nota, ya que la obra de la Revolución en esta esfera es, a pesar de imperfecciones siempre por él señaladas, inmensa.

Mirará sin ver las líneas que conoce de memoria no por aprendidas, sino por vividas, sin que se aparte de su mente el rostro de la mujer amada, de la guerrillera, de la federada, esa que dedicó su vida a la lucha por igualar, en la práctica, los derechos de la mujer; cruzarán cual flashes las imágenes de su vida, esas de campesinas descalzas, de jóvenes prostituyéndose, como aquella desconocida, de la que solo escuchó, en la habitación aledaña, la voz que negociaba el precio de la noche, esa sencilla noche de julio de 1953, en la que se convenció que mientras algunos disfrutaban de los carnavales, otros debían estar dispuestos a morir por la Revolución; en su mente, pasará revista al pelotón de las Marianas, las que, antes de recibir un beneficio, exigieron su derecho a empuñar un arma por la causa de la Libertad; y las verá estudiantes, ingenieras, doctoras, periodistas, pilotos, capitanas de barcos, conductoras de combinadas, ellas negras, mestizas o blancas, ellas legítimas flores de la obra por la que muchos dieron su vida.

Se le iluminará el alma, y pensará con dolor en cuanto ha de cambiarse el mundo para que esa realidad nuestra pueda ser el sueño alcanzable de miles de millones de mujeres en el planeta, y alertará de que la explotación indiscriminada de los recursos, las guerras, la desigual distribución de las riquezas, el hambre y la pobreza son los mayores obstáculos que han de vencerse, ya que son los responsables de la situación actual, y de mantenerse el mentado status quo cualesquiera que sean las promesas y planes serán baldíos, porque de nada valdrá ser hombre o mujer, rico o pobre, si la humanidad va a desaparecer por la arrogancia e incapacidad del ser humano para salvarla.

Su intervención será breve, pero la presencia de Raúl en la ONU es ya inolvidable.

*Editor de La Mala Palabra.

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