‘…dada la historia de Cuba, espero que ésta continúe
ejerciendo una política exterior que en ocasiones se
oponga radicalmente a los intereses estadounidenses.’
Barack Hussein Obama II, 17/12/2014.
Por Félix Edmundo Díaz @feddefe*
Ayer, por tercera vez, Raúl realizó una intervención en los predios de la ONU y, como decimos en Cuba ‘ardió Troya’, pues el menor de los varones Castro Ruz hizo temblar los cimientos de la mole de concreto, acero y cristales, ubicada en la rivera del East River, en el corazón de Manhattan, New York.
Sus palabras, serenas en un vozarrón complicado de disimular, llevaban impregnado el dolor de miles de millones de habitantes del mundo y la severa amonestación a los que, en el recinto, poco o casi nada habían hecho para cumplir los objetivos del milenio, recordó las palabras del Comandante en Jefe cuando, hace 15 años, sentenció cuál sería el planeta que tendríamos de no cambiarse el sistema de distribución de las riquezas, de continuar la depredación del hábitat y los recursos naturales en la Tierra.
Sus palabras, varias veces interrumpidas por los aplausos y en otras acompañadas de estos, surtieron el efecto deseado en los millones que estaban pendientes de él, y es que los cubanos, acostumbrados a la grandeza y el valor, con frecuencia asumimos como natural lo inmenso, pero aquellos que carecen de la palabra certera, esa que se lanza cual grito de guerra contra el hambre, las injusticias, la ignorancia y los crímenes, esa que no lleva los vuelos y maneras de la actuación, sino el empuje de corazones dispuestos a dejar de latir por la meta de la concreción de lo que dicen, esas palabras son las que cual truenos rajan las paredes y penetran en el alma de los necesitados para hacerlas suyas, para nutrirse de ellas, calmar sus dolores y seguir luchando.
Sus palabras, disparadas en la cadencia de un francotirador, fueron haciendo diana en cada uno de los problemas que han llevado al mundo al borde de la destrucción, a vivir hoy esa ‘tercera guerra mundial’ de la que hablara SS Francisco, esa que solo se diferencia, no por mucho, en la velocidad de la devastación que provocan las armas nucleares, y es que la actual cifra de fallecidos/día supera a las ocurridas en cada día transcurrido desde septiembre de 1939 hasta mayo de 1945, y a la mayoría de esas vidas la arrancan de este mundo el hambre, las enfermedades y el terrorismo, que son el subproducto de siglos de explotación, de guerras y distribución desigual de las riquezas. Estos son los principales enemigos de la humanidad y si los derrotásemos se habría ganado la batalla por la supervivencia.
Sus palabras, escogidas para evitar la altisonancia, demostraron en el ejemplo de Cuba y el cumplimiento de sus metas del milenio que, imperfecciones aparte, sí se puede cuando las palabras solo se usan para sustentar la acción, cuando el empeño se pone en el hombre y no la comodidad.
Sus palabras fueron la denuncia al poder de las armas y el dinero, y el bálsamo de la esperanza para los desposeídos de esta Tierra.
*Editor de La Mala Palabra.