De “nadie sabe…” a los “secuestros”. #Cuba

Por Félix Edmundo Díaz*

Me disculpo por los ‘días de silencio’ y explico mi ‘ausencia’: estaba ‘tapado’ de trabajo, como ese adiestrado (eslabón inferior de la cadena alimenticia), a quien el jefe de recursos humanos, repitiendo la interrogante formulada de ‘cuadro a cuadro’ por el ‘eslabón superior’ (léase Gerente), le preguntó: ¿Si nuestro querido Gerente tiene sexo con su esposa, le está haciendo el amor o eso es trabajo? Y el interpelado, ágilmente, respondió: Le está haciendo el amor, porque si fuera trabajo me la estuviera follando yo…

Bueno, así estaba yo y, aunque sigo ‘tapado’ de trabajo, necesito compartirles algunas ideas sobre los últimos acontecimientos en este hemisferio y decidí empezar con una frase usada por mi amigo Conte Nieves en un artículo reciente: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde…

Parecería que el precitado axioma, aún arrastrando toda la carga de subjetivismo que solo el ser humano es capaz de impregnar, lleva la exactitud de un elemental cálculo matemático o de una formula química o física, porque solo han pasado unos días de las presidenciales en el gigante austral y ya mis hermanos argentinos comienzan a manifestarse en rechazo a las medidas macristas y por temor a las consecuencias de estas.

Sucede que mis hermanos olvidaron que, antes de los Kirchner (Néstor y Cristina), los ministros de Economía de ese país duraban lo que el merengue en la puerta de un colegio, como decían nuestros abuelos, lo que no era otra cosa que la resultante de la aplicación a rajatablas de las medidas neoliberales del payaso, genuflexo y culorroto de Menen.

Mis hermanos olvidaron el hambre, las huelgas, sus ahorros desaparecidos y los bancos salvados, a la Argentina de los argentinos que gobernaba Carlitos Saúl, la que cual puta barata vendía sus riquezas al mejor postor, esa misma Argentina de las leyes de obediencia debida o punto final, que el castrado que la dirigía trató de trepanarle la memoria para no saber más de las madres de la Plaza de Mayo, para no seguir buscando a los verdugos y responsables de las torturas, muertes y desapariciones de sus hijos y del secuestro de los hijos de sus hijos.

Con todas esas aberraciones acabaron los Kirchner, pero mis hermanos argentinos se olvidaron de ello cuando tuvieron un plato sobre la mesa, cuando sus ahorros fueron respetados, cuando los sucesivos mandatos de la pareja hicieron el milagro de devolverle a Argentina el lugar de honor que mereció siempre, pero lo más doloroso no fue el olvido, lo que más duele es que lo peor está por llegar.
No pretendo ser un alarmista y por suerte en mi país no existen las crónicas rojas ni las amarillas, pero ahí les va a los argentinos la primera avalancha atacando la ley de medios, al menos podrán seguir paso a paso la venta del país a esos de los fondos buitres y a las decisiones venales del juez Griesa…, pero ellos (mis hermanos argentinos) querían el ‘cambio’ que les prometió Macri y, a partir de ahora, lo sentirán sobre sus cuerpos, sus economías domésticas, sus chequeras, sus estudios y sus atenciones de salud.

Ningún pueblo merece que le suceda lo que le pasará a mis hermanos argentinos, pero acá en mi tierra y en Argentina, y en toda América Latina decimos: el que por su gusto muere, la muerte le sabe a gloria, la frase es drástica para el momento, pero mis hermanos argentinos aprenderán la lección y, en su momento, sabrán elegir cuál es el hombre o mujer que mejor guiará, después de Macri, los destinos de la nación, por suerte Macri no es de los males de larga duración y, quizá, solo quizá, se vea obligado por mis hermanos argentinos a ‘hacer las maletas’ antes de tiempo…

Sobre la misma cuerda caminaron mis hermanos venezolanos, quienes se eligieron el peor parlamento que podían tener, pero de ello, igual que mis hermanos argentinos, se darán cuenta cuando las embestidas en dicho recinto pongan en juego la salud de sus hijos, los alimentos de la familia, los programas de entregas de viviendas y todas las cosas que se han estado haciendo desde que el Chavismo llegó al poder y que, al parecer, solo ahora, cuando la amenaza de perderlas sea un hecho, hagan conciencia del inmenso valor de lo que tenían, de lo que la Revolución Bolivariana les había entregado, no por caridad, sino porque era lo que siempre merecieron.

Es cierto que, en todos estos años, se ha ido arreciando la hostilidad y las agresiones del Imperio y sus lacayos, es cierto que el gobierno bolivariano ha tenido que luchar contra poderosas fuerzas externas e internas con un apoyo mediático descomunal, también es cierto que lo sucedido en las urnas es una enseñanza, aprendida de la peor forma, pero una enseñanza al fin, de la que mis hermanos chavistas y venezolanos podrán aprender.

¿Que el camino de la Revolución Bolivariana ahora será más difícil? Sí, eso es un hecho cuando se gobierna en minoría, pero que la lucha ha de conducirlos nuevamente a la victoria, también lo es, solo que esta vez el Chavismo y el pueblo venezolano saldrán más fortalecidos y unidos, de ahí que no debamos sentir lástima y sí prepararnos para el próximo y los venideros combates como único camino de imponernos en la batalla final.

¿Por qué nos han pasado estas cosas?

Respeto todas las opiniones, aunque no las comparta, pero considero que lo peor que hemos sufrido es el ‘secuestro’ o los ‘secuestros’ del discurso revolucionario; los hijos de puta, que hoy oprimen a nuestros pueblos y los venden con la aplicación de las medidas neoliberales, son los descendientes de los mismos hijos de puta que explotaron a nuestros padres, nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás ancestros por la línea genealógica, con la única diferencia que nosotros seguimos siendo Pedro y María, los pobres, y ellos conservan sus apellidos de alcurnia y títulos de abolengo y se mantienen jodidamente enriquecidos a costas de nuestro sudor, nuestra hambre, nuestras enfermedades y nuestra vida.

Pero, siempre hay ‘un pero’, los muy cabrones hoy discursan de ‘libertad’, de ‘justicia’, de ‘derechos’, de ‘cambio’, de ‘fin de la mentira’, de ‘fin de la opresión’, de ‘fin de la corrupción’, de ‘fin de la desigualdad’, de ‘oportunidades para todos’, y, coño, que me parta un rayo si no fueron estos los ideales que enarbolaron los libertadores de nuestra América para oponerse al yugo español, o los sentimientos que corrieron por las venas de todos los luchadores, combatientes, guerrilleros, militantes, estudiantes, obreros y campesinos que entregaron sus vidas en la lucha contra los ‘milicos’, los graduados de la Escuela de las Américas, los diseñadores de las operaciones “Cóndor” y cuantas más se hayan desarrollado en los laboratorios de la CIA, dirigidas a privarnos de esos ideales.

Y nosotros confiamos en que nuestros pueblos sabrían notar la diferencia, nos acomodamos a que nuestros pueblos no creerían el ‘discurso secuestrado’, mas parece que la historia nos mostró una realidad diferente que ahora debemos revertir, solo que la ventaja de la verdad no se abrirá camino por sí sola y debemos empujarla e incrustarla en el alma de nuestros pueblos.

Fidel dijo una vez: ¡Ahora sí ganamos la guerra! Y solo contaba con doce hombres y siete fusiles; creo que mis hermanos argentinos y venezolanos cuentan con mucho pueblo a su favor y solo tienen que despertar a la otra parte, ahora que comienzan a sentir lo que pierden y tener conciencia de lo que tenían.

A los dirigentes del FpV y el Chavismo, a todos los dirigentes revolucionarios de este hemisferio un mensaje: Nuestro discurso es nuestro, nadie que no haya brindado comida, salud, estudios, vivienda, seguridad y derechos a nuestros pueblos puede estar en mejor posición que nosotros para defender nuestras conquistas con los hechos, demostremos y desenmascaremos las farsas de la derecha, pero hagámoslo todos los días y a toda hora, quien elige para sí el camino del sacrificio en aras de los demás, no tiene derecho a cansarse.

*Editor de La Mala Palabra.

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