ROMPER LA CADENA.*

Chichí el bodeguero, conocido por ¨La libra coja¨ experto en la tumbadera de onzas a sus clientes, montó en cólera cuando la guagua de Anastasio ¨El desubicado¨ lo dejó

plantado y se detuvo, fuera de la parada, para montar a Juanela ¨La Tormentosa¨ que le mostró un suculento billete con inmediato efecto de frenado.

El marido de la propia Juanela, chofer de un auto ligero en la Empresa de los Tomates, se fue de un extremo a otro de la ciudad con el carro vacío sin hacer caso al pedido de ¨botella¨ que le hacía – entre otros- la estomatóloga del Policlínico, ignorando que esa mañana a la Tormentosa de su mujer se le había caído un empaste y había tenido que gastar un dinero extra para montarse en el ómnibus de Anastasio, todo por gusto, porque la dentista de guardia se quedó varada hasta el mediodía por problemas de transporte.

Severino el albañil discutió temprano con el administrador del comedor de su centro laboral porque ya era hora de la faena y no habían servido el desayuno a causa de un retraso con los panes. Para nada se acordó en ese momento que su hijo Manolín ¨La Harina¨ que era el almacenero que suministraba la materia prima para el pan de la zona, se había quedado en casa sin ir a trabajar, después de una desenfrenada noche de carnavales.

María Manantiales, la técnica de atención a la población en la Dirección de Servicios Comunales, apenas se detuvo a escuchar la queja reiterada de algunos vecinos sobre el salidero del preciado líquido casi detrás de la escuela primaria, algo que tal vez no recordó cuando días después se las tuvo que arreglar una semana entera en la oficina con su pequeño e hiperactivo niño, al suspenderse las clases por problemas higiénico – fangosos en el área escolar.

El viejo Aracelio Cardona , enfurecido, habló hasta por los codos después de regresar sudando a chorros por tener que ir hasta dos cuadras más allá de lo habitual para botar su bolsa de basura, al descubrir que los depósitos para ese fin eran ahora menos que hace una semana. Tal vez no se percató que hacía unos días su hijo, Juan Vianda, se había metido a carretillero fabricando su artefacto rodante y comprando para ello, a Belarmino Bisutero, cuatro gomitas provenientes de los tanques para desechos.

Esa nefasta cadena de malas actuaciones es como un virus de rostro oculto y manos largas, cada molestia causada, cada negligencia cometida se convierte en un bumerán social que regresa y nos golpea en pleno rostro, porque la colectividad es eso, un conjunto de seres humanos que necesitamos unos de otros y que podremos servirnos mejor si podemos quebrar el eslabón dañino que nos atañe.

*Tomado de elpequepimblog.wordpress.com

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s