Por Félix Edmundo Díaz* @feddefe1917
Él es un joven como otro cualquiera, soñador, rebelde, poseedor casi siempre de la verdad, al menos, eso piensa, desordenado (regado), pero fiel, siempre muy fiel a sus raíces, a la historia y los hombres que la hicieron, a su familia, a sus amig@s, en fin, a su gente, que es tu gente y mi gente, esa que se levanta todos los días a estudiar y a trabajar.
Las noches, las noches son «harina de otro costal», sale temprano de la casa (11:00 PM) y el amanecer lo puede atrapar lo mismo sentado, conversando, en onda de despedida, con una amiga que regresa a un país en el que no quiere estar, que parado y abrazando a un horizonte en el que, caprichosamente después y para su agrado, descubre un ¡VIVA FIDEL!
Ella, Alejandra, es la amiga de esta historia, una muchacha que hace ya 2 años partió para USA, no por decisión propia, mas bien por decision familiar, es decir, en contra de su volutad.
Las primeras semanas fueron un manantial de lágrimas, hasta que no le quedó más remedio que resignarse a tener que vivir en ese país que no era el suyo.
Después de 2 años de espera, luego de recibir su residencia, regresó de nuevo, pero solo de visita, ya había conseguido una beca universitaria y se merecía unas vaca en el país de sus sueños, con sus amigos, los de siempre, de los que nunca quiso alejarse.
Tenía una fecha marcada para su partida y perdió el vuelo, porque se lo merecía, se merecía disfrutar más de su tierra, su ciudad, la que nunca quiso dejar, pero llegó el día que tanto evitó, sin posibilidad de seguir prolongando su estadía.
Le pidió un último deseo: amanecer en el techo de ese edificio abandonado que solían visitar, con una vista hermosa, disfrutando el panorama de la inmensa ciudad y, mientras escuchaban «Cuba isla bella», «Habáname», «Volar sin ti»…, por sus ojos pasaba un diluvio mayor que el de cualquier profesía bíblica, era algo inevitable la impotencia, la nostalgia y la dura realidad.
Él nunca olvidará como le dijo que llevaba casi 2 años sin ver las estrellas. Su deseo era volver para navidad, pero mientras los precios hasta New York y Europa no sobrepasan los 300$, para Cuba eran más de 1000$, haciéndoseles imposibles de reunir para privarla de sus derechos, sus sueños, su libertad.
Él simplemente diluviaba por dentro al contar la historia y amanecer nuevamente con los brazos abiertos.
*Editor de La Mala Palabra.