Un «finde» para no olvidar. #SomosCuba

Por Félix Edmundo Díaz* @feddefe1917

Desde el jueves sabía que mi amiga Lisbet, sí la mismísima Lisbet Mendoza, viajaría el viernes a La Habana y, como mi esposa trabajaba ese día, decidimos que iríamos el sábado al encuentro de la familia de Matanzas; demás está aclarar que Lisbet es de Cuba y en su mente no caben los regionalismos, pero… es matancera y sé que sus coetáneos me entenderán.

Bueno, el sábado salimos mi esposa y yo a su encuentro llevando un presente «bebestible» para obsequiar que no consumir y después del «intercambio de regalos», nos pusimos a conversar, en realidad, se pusieron a conversar ellas, Lisbet, Annia (también Mendoza, prima de Lisbet y, por ende matancera) y mi esposa, mientras «eu» que soy yo trataba de intercambiar dos frases con Tonito que lo único que hacía era brincar en la cama, hasta que encontramos un pasatiempo «ajustable» a los dos: jugar de manos… con patadas de Tonito incluidas.

Si no hubiera estado obligado a prestar atención a las embestidas del pequeño, quizá, podría describirles los temas del otro bando, aunque recuerdo haber escuchado algunas palabras: carteras, zapatos, sandalias, Tonito, artesanías, Barrio Chino, otra vez Tonito, en fin, confío en que todas y algunos lograrán llenar los «espacios en blanco».

Ah! Recordé un tema al que le dedicaron varios (muchos) minutos y fue un cómico post de Lisbet sobre «las multas que les imponían a los maridos daneses cuando sus esposas no llegaban al orgasmo» y los comentarios derivados de este, particularmente, los de una fémina que trató de ensañarse con la amiga Lisbet y esta le bajó un zapatazo, de forma que las tres rieron buen rato de la frigidez ajena.

Cerca de las 8 y tanto, cuando yo ya estaba «apolimao» por Tonito, nos despedimos, Lisbet, Annia y Tonito nos acompañaron hasta la calle, allí nos despedimos otra vez (tod@s saben cuánto demoran las amigas en despedirse) y acordamos reencontrarnos sobre las 9:30 del domingo para dar una vuelta.

Al día siguiente, milagrosamente, mi esposa y yo salimos en tiempo (como regla soy yo el que se demora 😂😂😂) y en el trayecto llamé a Lisbet para informarle, repondiéndome esta que demorará un tilín porque debía llevar a Tonito al policlínico, pues se había pasado la noche tosiendo, y ya estaba allí el amigo Miguel Cruz Suárez para asistirles; le dije que yo estaba a cinco minutos y que «aguantara» al Migue a fin de materializar el añejo deseo de conocerlo personalmente.

Llegamos y por el pasillo lateral del inmueble apareció un hombre, «identificándonos» al instante, intercambiamos un par de frases, mencionando otra vez a Lisbet como «el eslabón aparecido», y el Migue me preguntó si la llevaría con Tonito al policlínico, respondiéndole afirmativamente, lo que agradeció ya que tenía al yerno hospitalizado y el ventilador que le llevara el día anterior se había «quemado»… nada, cosas que nos pasan cuando saltamos de la cama con «dos pies izquierdos».

Ahora no recuerdo si me despedí allí mismo de Miguel, pero sé que entré y Tonito estaba sentado en la cama, discursando una tos perruna que daba miedo.

Lisbet, semiatacada, se comunicó con el pediatra que sigue al niño y le repetía que había traído consigo la «farmacia» de Tonito menos la prepnisona, etc., etc. Como a cualquiera se le muere un tío, digo, cualquiera tiene un asmático en la familia, llamé a una prima y le pregunté si tenía el medicamento, su respuesta fue positiva y, a partir de ahí, todos «felices como lombrices» partimos en pos de las pastillas.

Por el camino les alerté que sería recibido con una bronca por haber olvidado llamar a mi prima en su cumple (como ella no tiene FB nadie me lo recordó), y mi alerta se materializó «a pie juntillas», inmediatamente después de entregarme el blíster de prepnisona.

Tomé una tableta para partirla a la mitad, mientras en mis oídos replicaban disímiles epítetos lanzados cariñosamente por mi parienta.

Compartimos una natilla de chocolate recién hecha y partimos hacia el lugar en el que almorzaríamos, donde disfrutamos de un entrante de pizza de queso, una porción de pollo frito, bolitas y croquetas (de lo mismo), unas lascas de jamonada, un pedacito de queso y una panetela, acompañados de una cerveza… un secreto: Lisbet injustició a la mayoría de las croquetas y bolitas, no antes de cederle su pizza a Tonito.

Como era de esperar, al llegar los platos principales estos «viajaron» directamente al fondo de las jabitas, terminamos la misma cerveza del principio y partimos.

De camino a dejar a la family matancera, pasamos por la casa y las tres doñas, después de dar un periplo por el patio, se sentaron a intercambiar, Lisbet «puso» tablones con macetas de cactus, también una malla de sombra, contaron los frutos de las dos matas de maracuyá, los abejorros, las abejas, una mariposa y un zunzún, mientras Lisbet se tomaba un refresco de grosellas y Annia un whiskysito, del que me demoré más en preguntarle si quería, que ella en responder afirmativamente, y ni me pregunten de qué hablaron.

Pasada poco más de una hora, decidimos regresar a Lisbet, Annia y Tonito, quienes debían descansar antes del viaje hacia Matanzas, volvimos al cuarto y, tras el café (ya Lisbet sabe hacer café), nos despedimos con la promesa de vernos antes de fin de año y de ir a Matanzas para que nos lleven a Jaime (una localidad).

Besos y abrazos, el «llámame cuando llegues», por suerte no cumplido porque llegaron a Matanzas a la 1:00 de la madrugada y un lunes de «amanecer feliz»… Tonito todavía con tos.

Fue un magnífico «finde»… como para no olvidar.

🤔🤔🤔 ¿Se me habrá quedado algo por contar?

*Editor de La Mala Palabra.

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