Por Félix Edmundo Díaz* @feddefe1917
Ofender es hacer que una persona se sienta despreciada o humillada mediante palabras o acciones, lo que excluye, al ser una acción inexorablemente volitiva, la posibilidad del error o la imprudencia y, por ende, cualquier deseo o intención de explicación, argumentación o entendimiento.
El silencio ante una ofensa tiene el efecto de «no lanzar el guante», o sea permanecer ofendido, generalmente, más interpretado como temor que por autocontrol y, en este «tira y jala», todo el que se sienta verdaderamente cubano amante de su Revolución no tiene derecho a permanecer impasible.
Para los cubanos una de las mayores ofensas, si no la más grande, es la «mentada de madre»; cualquier frase despectiva que termine en «tu madre» produce el efecto de explosiones en cadena dentro del cuerpo para predisponerlo inmediatamente a responder con energía al agravio.
Esto lo saben los enemigos de Cuba, provengan de donde sea, incluídos los nacidos acá, que la agreden o estimulan, todos los días, las agresiones contra ella; también saben que Martí y Mariana, Fidel, el Che y Raúl, junto a todos los que dieron sus vidas o las han dedicado a la Revolución, son tan sagrados como cualesquiera de nuestros familiares más queridos, y hacia ellos dirigen sus ataques e injuriasmentiras para herirnos desde nuestras raíces.
La ofensa a otro, cuando no es cara a cara, es un acto de cobardía que, aún en esas condiciones, ha de ser respondido, enérgicamente respondido, teniendo presente que la ofensa es un acto de preguerra lanzado siempre para amedrentar o debilitar al adversario, desde el supuesto calculado – a veces mal calculado – en el que el ofensor saldrá vencedor e ileso.
Por ello, ante cualquier ataque de los enemigos de la Revolución y los perros que ladrán a su paso, nuestra respuesta siempre ha de ser aplastante.
¡No es ver la ofensa por la ofensa! ¡Es la ofensa como parte del arsenal mediático que el enemigo despliega en esta guerra!
De ella, Martí nos legó dos ideas cruciales:
«De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento».
«Lo único que el enemigo ha de oir no es más que la propia voz de ataque».
¡Esta es nuestra guerra y ya truena el toque de a degüello!
*Editor de La Mala Palabra.
#lamalapalabra
No siempre las ofensas que se producen en las redes “de hoy”, donde interactúanos seres presuntamente civilizados y alfabetizados, tienen como objetivo desmoralizar al interlocutor virtual señalando defecto, estado o cosa, también cargan una especie de huella digital que muestra la catadora ideológica de quienes las promueven, vistas en su manifestación moral totalizadora. Sucede que los improperios pueden venir edulcorados de diversas formas, aunque casi siempre —y en el caso de Cuba— enmascarados o abiertamente condicionados por reacciones ideológicas en modo desestabilización del interpelado o grupo de ellos y a través de un post. Se contiende en las redes (hace unos días escribo sobre ello), nadie puede negarlo. De “allá para acá” con el ánimo de molestar y desestabilizar, dese “aquí para allá” con el defender nuestra obra, con imperfecciones, pero nuestra obra (cómo la parábola del vino de Martí). He visto en algunas publicaciones descargos de odio visceral sobre el espacio geográfico virtual y real. Groserías, que como dice Felix no vale la pena entrar a debatir porque no hay modo de descifrar las ideas que conduzcan a una polémica, aunque contraria, enriquecedora, porque las hay. Hay alguna conducta a seguir que ayude? Puede que retirar el comentario, bloquear al sujeto amoral y continuar avanzando porque en estas redes, por asuntos de economía de tiempo, no se puede disparar con cañones a gorriones mojados. Mantenernos entretenidos para evitar que generemos nueva información es una estrategia muy superflua y desgastantes. Una cosa me atrevo a pedir: aquellos sujetos que denigran de esta tierra y se declaran contrario al sistema político cubano, no solo se les debe bloquear de forma virtual, debería pensarse en retirarle el derecho a pisar nuevamente la tierra que nos pertenece, la ley asiste nos asiste. Da fatiga convivir con el enemigo.
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