La Mala Palabra
Por Félix Edmundo Dantés
Lo de ayer en Brasilia fue el pus brotando del grano, sí, amarillento y maloliente, resultante de una infección incubada durante cuatro años y para la que el único tratamiento posible era el aplastamiento por sumisión de la peligrosa Streptobolsonarus bacteria.
Si alguien pensó que el otrora capitán quedaría de brazos cruzados tras la derrota electoral, sencillamente no conoce el calibre de locura del tipo, aderezado con una ambición nivel Dios que condimenta con sus «cualidades» de ultraderechista, misógino y nostálgico de la dictadura.
El tipo es un «copy and paste» de Donnie, del que solo lo diferencian los dineros y la evasión del servicio militar del último; #Bolsonano nació pobre y, desde temprana edad, vio en lo militar su futuro, aunque solo llegó a alcanzar el grado de capitán… sin combates y lo más cercano que estuvo de la acción fue un plan para hacer explotar unas bombas (de baja potencia) en algunos cuarteles y el acueducto de Guandu… ¿Revolución? Naaa, lo de él era protestar por los bajos salarios a los militares.
A lo anterior solo ha de sumarle una mente intoxicada por el acercamiento a los evangélicos y obtendrá el resultado perfecto: un orate-presidente, que hizo de la mentira (como Donnie) una forma de vida y que prefirió dejar vencer decenas de miles de dosis de vacunas antes que liberar su uso, solo para parecerse más, como negacionista de los efectos del virus, al magnate de las pelusas rubias; la Covid-19 provocó en Brasil la muerte de 680 mil personas.
Tras lograr la polarización del país, mediante la judicialización de los principales líderes de la izquierda y el engaño, con el apoyo de la prensa, la alta burguesía, la iglesia y los militares, #Bolsonano contendió y perdió las elecciones, echó mano durante la campaña y, tras la derrota, al cuestionamiento del sistema de conteo de boletas y al supuesto fraude que nunca logró demostrar.
Entonces… solo necesitaba y deseaba tener su propio «asalto al Capitolio».
El reconocimiento tibio y demorado de la derrota, y su silencio cómplice ante las revueltas y paros que, al conocerse los resultados de la votación, sus neofascistas seguidores armaron, solo envalentonaron a estos extremistas.
Su reacción para «pedir» calma fue tardía e ineficiente, se reunió, días antes de dejar el cargo, con los militares y marchó a Estados Unidos a pasar el fin de año y para evitar ponerle la banda presidencial a su peor enemigo, considerando, quizá, que, estando lejos, no lo responsabilizarían por los asaltos al Palacio de Planalto (presidencial), el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal (Corte Suprema)… que, ahora, pretende rechazar ¿enérgicamente?
¿Dónde estaban acampados los extremistas? En las afueras del cuartel general del Ejército en Brasilia, desde hacía dos meses, los bolsonaristas hicieron su pikiniki extendido, frente a las mismas narices de los militares y la complacencia de estos, a partir de las simpatías de un grupo significativo de jefes castrenses por #Bolsoano; es significativo, además, que estas hordas fueron financiadas… dineros para los alimentos, dineros para el transporte, etcétera, etcétera, etcétera.
¡Qué nadie piense que son los pobres los que se visten de violencia! ¡No! Esa es una violencia financiada por la alta y rancia burguesía que no necesita ensuciarse porque ese es el trabajo de otros.
Espero que la justicia brasilera sea tan dinámica contra los autores de estos hechos, como lo hicieron persiguiendo y sancionando sin pruebas a Lula.
En el país del Norte, ya comienzan a levantarse voces de demócratas y repúblicanos por alejar al apestoso y devolverlo a Brasil… mientras, su mesías y guía espiritual guarda un inacostumbrado silencio…
Por lo pronto, ya se sabe que #Bolsoano fue ingresado en el hospital AdventHealth Celebration, ubicado a las afueras de la ciudad de Orlando… por un dolor abdominal, parece que cada vez que la cosa se pone dura… se le aflojan los esfínteres.
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