
Por: Javier López Fernández (opinión)
La vileza o “acción de baja dignidad”, aparece definida antes de la palabra vilipendiar en el Diccionario Cervantes, esta última apunta a la “acción de denigrar o cubrir de ignominia”.
Por entropías del autor, ambas resultarán imprescindibles para “mover” hasta el final el siguiente texto, intentando, desde la percepción de un cubano común – albañil-, interpretar el Marxismo como herramienta para replantear y estructurar el acervo cultural que, por 62 años de Revolución, sustenta conceptos y acomoda definiciones entre palmas reales y estrellas.
No intentaré un paso más sin definir, de plano, el concepto de revisionismo, tampoco utilizaré los aparecidos en diccionarios filosóficos u otros textos asociados.
Algún entendido visualiza el revisionismo como resultado de la “actitud de aquellos que ponen en tela de juicio las bases de una doctrina”, otros lo esbozan como “la tendencia a someter a revisión metódica doctrinas, interpretaciones o prácticas establecidas con la intensión de actualizarla”. Por la discreta amplitud conceptual, utilizaré en lo adelante la última definición, pues considera las relaciones “revisión metódica”, “práctica establecida” e “intensión de actualizarla” y como este albañil es tropical y un tanto ecléctico, emplearé de la primera “el ladrillo” que refiere la “actitud de aquellos”, sin pretender ser marcadamente peyorativo.
De tal modo, y para ajustarnos al contexto, radicalizaré posición declarando que el revisionismo es visto como el sutil desmontaje practicado a la teoría marxista y particularmente al materialismo dialéctico, con la intención marcada de colocar maniatada ante el paredón – y con vendas en los ojos– su implementación en Cuba, calificándolo como desechable, máxime cuando para ello no habían referentes de su práctica en una región geográfica de acentuada cultura colonial.
Es así que nos “secuestran”, de forma especulativa, el asidero teórico, hasta llegar a confundir y desplazar del camino intenciones y voluntades de transición al comunismo, y, por último, desgastar y finiquitar el proceso revolucionario, como vía expedita escogida para lograrlo, desde una aparente posición de acompañamiento.
Planteados los términos, estamos en condiciones de proponer al lector nuestra primera hipótesis de análisis: si la revisión de la praxis del marxismo en Cuba ha sido solo fruto de la “actitud de aquellos” (llámese interpretación), entonces el resultado de dicho esfuerzo en el plano especulativo –y toda seriedad y reconocimiento de las propuestas– será vano por carencias de los fundamentos del método científico.
Sin más, el resultado deja de ser ciencia y se convierte en cavilaciones personales publicadas en blogs o redes con el fin de aglutinar adeptos y conformar una base de “tiradores” internos y externos que asumen –voluntariosos– la intención de “actualizar” nuestra doctrina y resquebrajar la unidad intelectual y académica en torno al proyecto revolucionario.
De ahí, se constituyen en improvisados intelectuales sin aportes significativos o reconocidos a la teoría en el campo de las ciencias sociales y filosóficas por el que se aventuran, cuyas únicas tesis visibles redundan en “alcanzar el cielo por asalto”, arañando, en muchos casos, la necesidad de reconocimiento personal.
Simplemente, no son entes capaces de sustentar la crítica mediante un entremado de métodos y técnicas de investigación, reconocidas por la ciencia, y mucho menos hacer propuestas contundentes que inviten, de algún modo, “secundar”.
De experiencias, vivencias y “buenas intenciones” está empedrado el camino del revisionismo, siendo para Cuba el simple modo de “calentar” el escenario ideológico a partir de la radicalización de la teoría crítica o teoría del capitalismo tardío (1920), ampliamente promovida en Latinoamérica y extendida a los centros de pensamiento (llámense universidades) con el afán de criticar las trasnformaciones, especialmente las que, décadas después, apuntaron al comunismo y la generalización del ejemplo de Cuba.
Llegado a este punto, y como “la guerra es a pensamiento”, cojamos una porción de mezcla científica de la arteza con que construimos este modesto valladar ideológico, pero tomemos exactamente la definición del propio Google sobre teoría crítica, y dice: “el conocimiento (que) está mediado por la experiencia del sujeto (entiéndase fenomenológico), así como por su contexto histórico, político, económico y social, y sostiene que tantos los intereses teóricos como los no teóricos influyen en la forma en que se organiza, y construye el conocimiento” (ahí la “píldora edulcorada” o “supositorio con quimbombó”).
Visto así, hasta parecería una herramienta perfecta para “moldear la nueva realidad”, aunque es engañoso el envoltorio en tanto nos reconoce, aupa y envanece como “actores básicos para el cambio o develar la verdad”, aferrarse a la cual mutila la definición marxista del conocimiento que plantea: “el conocimiento no es el reflejo inerte, “fotográfico” de la realidad, sino un proceso dialéctico complejo, que se desarrolla por etapas ligadas entre sí y que se suceden las unas a las otras”, es sin más, “el conjunto de experiencias, sensaciones y reflexiones que conllevan al aprendizaje, a un proceso cognitivo que se desarrolla en la medida que obtenemos mayor información, bien sea anterior o no a la experiencia” (enfoque histórico-cultural).
Por tanto, “aquellos” párrafos “valientes y desafiantes” por sus cuestionamientos a la realidad –¿fotografiada en un momento exacto?– no ofrecen, en la llamada “blogosfera”, material suficiente para la crítica acertada y enriquecedora de un socialismo constantemente agredido en todos los planos (esencialmente el económico por su importancia) que intentamos encaminar hacia su fase superior y sí necesita de hombres y mujeres con vocación comunista, militando en el Partido Comunista de Cuba, amén de los débiles que se retractan en el camino o aquellos que “excepcionalmente” entran o salen según el viento.
En todo caso, aquellas propuestas solo refrendan (por el clásico beneficio de la duda, y rásguese la vestidura quien quiera) enfoques que los servicios de inteligencia norteamericanos diseñaron anticipadamente para los “entusiasmados y reconocidos” críticos de trincheras virtuales (muy de moda en estos tiempos).
“Aquellos”, contraproducentes y acientíficos, ofrecen “amable combustible” para acercar lectores a la “cálida y cómoda hoguera” de la crítica a ultranza, proceso costoso hasta en vidas humanas, que pierde seriedad y traiciona los principios éticos (políticos y científicos, entre otros) y también los espacios creados para la concertación, lanzando al ruedo de la manipulación a imberbes entusiasmados, pagados o no; aunque hay pagos que no se hacen con “cheques al portador” en tiempo real.
Téngase en cuenta, querido lector, algunas “inversiones ponen la vista en el futuro” y también contemplan, como retribución comprometida, “la vil acción de vilipendiar”, con ostentosa ingenuidad, al servicio del enemigo. Considérese también, que no son los cuatro… tiradores a las vidrieras que se ajustan más al decir de mi abuela: “candelitas de basurero”.
Para no errar –y por si algun lector “obligado” comienza a sentirse incómodo detrás de la pantalla– apliquemos un sencillo método de análisis vigente hasta nuestros días (y sigue siendo modelación). Guillermo de Ockham (1230-1349) plantea: “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
(“…dicen que me arrastrarán por sobre rocas cuando la Revolución se venga abajo…”)
*Algunos nos llaman “viles” por defender la Revolución… sin ingenuidad.