Por Félix Edmundo Díaz @feddefe*
Sería fácil culpar a la predestinación por su presencia y, quizá, alguien, tras una noche de juerga o por la invidencia resultada de odios profundos hacia una santa causa, o por la bajeza de un espíritu disminuido, o, simplemente, por imbécil pretenda argumentar su posición de él en la transferencia genética, mas cualesquiera de estas conjeturas nunca lograrían desentrañar la esencia de su existencia.