Por Félix Edmundo Díaz*
Nadie como él logró traspasar las fronteras de la inmortalidad, nadie como él desanduvo la América nuestra para vivir, en la piel del descalzo, del hambriento y del enfermo, el dolor de las llagas, del estómago pegado al espinazo y de las pústulas y la fiebre, nadie ha calado tan profundo en las almas y mentes de miles de millones.
Difícilmente existan personas que nunca lo hayan mencionado o no hayan visto su imagen, por hacérseles presente hasta a sus más enconados enemigos, esos que lo desaparecieron, los que lo escondieron en bosques y páramos, sin que lograran impedir que lo encontrásemos, y no solo a él, sino a su destacamento de vanguardia. Sigue leyendo